Pánico en el estrado (VIII): los circuitos cerebrales del miedo

noviembre 2, 2010

Cuenta el filósofo español José Antonio Marina en su obra Anatomía del miedo que el mariscal Henri de Turenne (1611-1675), famoso por su bravura, antes de entrar en combate se dijo:

¿Tiemblas, cuerpo mío? Pues más temblarías si supieras dónde te voy a meter.

Tenía miedo antes de cada batalla, pero no se dejaba intimidar por él. Es normal tener miedo antes de hablar en público, pero debemos ser nosotros quienes lo controlamos a él, y no al revés.

Tal vez pueda ayudarnos el comprender cómo funcionan los procesos neurológicos que desencadenan el miedo. ¿Cómo se puede aprender a no temerlo, sino a controlarlo?

Escenario biológico del miedo: la teoría del cerebro triuno de MacLean

El cerebro ha ido creciendo caóticamente, como una vieja casa a la que se le añade un corredor aquí, un porche allá y luego un desván. La parte más antigua de nuestro cerebro corresponde al tallo o tronco cerebral, compartida con los reptiles, de ahí que también se lo conozca como cerebro reptil. El tallo cerebral es el encargado de regular las funciones autónomas de nuestro cuerpo, como la circulación sanguínea, la respiración, la digestión, etc. Esta parte del cerebro es responsable de algunas reacciones somáticas ante las situaciones de peligro.

A lo largo de miles de años fue evolucionando sobre el anterior un segundo cerebro compartido con el resto de mamíferos: el sistema límbico o cerebro emocional, sede de las reacciones emocionales del miedo. El centro del miedo se localiza más concretamente en una pequeña zona denominada amígdala cerebral, por su forma ovalada de almendra. Ella es la responsable de disparar la señal de alarma en las situaciones de peligro.

Sobre este cerebro emocional arcaico, la evolución ha ido añadiendo un nuevo cerebro recubriendo al anterior, de ahí su nombre de neocórtex o nueva corteza cerebral, responsable de los complejos y avanzados procesos mentales humanos. Los mecanismos de regulación de las emociones en general y del miedo en particular se sitúan en esta capa más reciente de nuestro cerebro.

Nuestro cuerpo siempre siente miedo antes que nuestra mente

En Psicología del miedo, el experto en el tratamiento de miedos y fobias Christophe André explica el circuito biológico de activación del miedo. En primer lugar, nuestros órganos sensoriales (vista, oído, olfato, etc.) reciben información del entorno señalando la presencia o la posibilidad de un peligro. Estas informaciones activan la amígdala cerebral, la cual pone en marcha una primera alarma corporal bajo la forma de una reacción de despertar, sobresalto y tensión. Una vez activada esta alarma, el neocórtex se encarga de integrar todas las informaciones sensoriales, emocionales, culturales y personales para ejecutar un plan de acción que se adapte a las necesidades y al contexto de la situación de peligro. No podemos impedir la aparición de nuestras reacciones de miedo, pero sí podemos regularlas.

Sin embargo, si el neocórtex no frena la señal de alarma activada por la amígdala, el miedo se desboca: se instaura el pánico. Cuanto más se repite el pánico o sus comienzos, más se refuerzan los circuitos cerebrales del miedo hasta que éste se vuelve funcional. La amígdala aprende y memoriza perfectamente las experiencias y condicionamientos del miedo. Los temores excesivos responden a un desequilibrio en el diálogo entre la amígdala, centro del miedo, y la corteza, reguladora del miedo para su buen uso: demasiada activación e insuficiente regulación.

El aprendizaje del miedo es una vía de dos sentidos

La neuroplasticidad cerebral permite actuar sobre nuestro cerebro para lograr deshacer los caminos del miedo y que la amígdala desaprenda las reacciones ante estímulos prácticamente insignificantes.

Ahora bien, el cerebro emocional sólo cambia con la acción: evitar las situaciones temidas o reflexionar sobre nuestros temores no nos ayudará a librarnos de ellos. El cerebro emocional no escucha nunca al racional: sólo cree en lo que siente.

Sólo enfrentándote a tus miedos podrás superarlos

¿Cómo podemos desensibilizar el miedo? Mediante la terapia de exposición y de reestructuración cognitiva: viviendo nuevas experiencias que demuestren que muchos de nuestros prejuicios, creencias y supuestos sobre las situaciones que nos producen ansiedad son exagerados e irreales. La terapia de exposición hace que experimentemos de forma controlada nuestros temores y nos ayuda a descubrir y corregir nuestros pensamientos erróneos.

No elegimos tener miedo, pero podemos elegir hacerle frente para mantenerlo bajo control.

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DIÁLOGO ABIERTO

¿Cómo controlas tu miedo a hablar en público?


Pánico en el estrado (VII): El miedo es un maravilloso sistema de alarma

octubre 26, 2010

Como ingeniero de seguridad, una definición operativa del miedo que me resulta extremadamente útil es la siguiente:

“El miedo es un sistema de alarma para avisarnos de un peligro con el fin de poder enfrentarnos mejor al mismo.”

—Christophe André

Acostumbramos a contemplar el miedo como parálisis, dolor y sufrimiento, cuando en realidad el miedo, si funciona correctamente, es un mecanismo evolutivo de supervivencia muy beneficioso. Sin miedo no podríamos sobrevivir. Pero no todos los miedos son iguales. Ya los griegos distinguían entre dos tipos de miedo: Deimos, el miedo sano, mental y reflexivo; y Phobos, el miedo patológico, intenso e irracional. Y los romanos también: Pallor y Pavor.

El miedo sano nos ayuda a sobrevivir, el miedo insano nos hace sufrir

El miedo sano se presenta cuando nuestro sistema de alarma está bien ajustado en su activación y regulación: se dispara en el momento apropiado ante la conciencia de un verdadero peligro, no una remota posibilidad o un recuerdo pasado, con una intensidad proporcional al mismo. Una vez evaluada la situación y actuado en consecuencia, desaparece rápidamente. El miedo sano genera un pequeño número de falsas alarmas. Su sensibilidad se regula adecuadamente en función del contexto.

El miedo insano, en cambio, corresponde a un sistema de alarma mal calibrado. Se activa ante cualquier situación de peligro real o imaginario: los umbrales de detección del riesgo poseen una sensibilidad exacerbada, por lo que el número de falsas alarmas se dispara: se tiene miedo de nada. Por otro lado, la regulación es casi inexistente: el miedo escala fácilmente en pánico y aunque el supuesto peligro desaparezca, la ansiedad y desasosiego siguen instalados. El miedo insano llega mucho antes de lo necesario y retorna además con muchísima facilidad. Se transforma en patológico, en verdadero sufrimiento. Como un huésped indeseado, se instala en la vida de quien lo padece.

La causa del miedo es bio-psico-social

El miedo a hablar en público de muchas personas trunca su carrera profesional. Los miedos patológicos incapacitan para la vida normal. Surgen fruto de una doble influencia: por una parte, la predisposición biológica, básicamente innata; por otra, la influencia ambiental, aprendida desde la infancia: la propia historia personal y el influjo cultural.

El médico psiquiatra Christophe André del hospital Sainte-Anne de París señala en su libro Psicología del miedo que esta adquisición puede producirse a través de cuatro aprendizajes:

  1. Vivencias y acontecimientos traumáticos que nos marcaron.
  2. Acontecimientos penosos y repetitivos soportados de forma regular que terminan afectándonos debido al efecto sumatorio.
  3. Aprendizaje social por imitación de modelos, especialmente los progenitores.
  4. La integración a través de la educación de mensajes de peligro culturales y colectivos.

El aprendizaje del miedo es una vía de dos sentidos

La buena noticia es que lo que funciona en un sentido, la sensibilización del miedo a través del aprendizaje o habituación, puede funcionar en el otro, la desensibilización, a través de la terapia de deshabituación. Este fenómeno, llamado neuroplasticidad cerebral, permite actuar sobre nuestro cerebro para lograr deshacer los caminos del miedo.

En las próximas entradas explicaré el fundamento psico-biológico del miedo y por qué la terapia de exposición es uno de los mejores métodos conocidos para ayudar a superar el miedo a hablar en público.

No tienes por qué vivir dominado por tu miedo, puedes enfrentarte a él.

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DIÁLOGO ABIERTO

¿Sientes que el miedo a hablar en público te está frenando en tu carrera profesional? ¿Renuncias a puestos que exijan hacer frecuentes presentaciones?


Pánico en el estrado (VI): supera la ansiedad de hablar en público

junio 3, 2009

Esquí de montañaAún recuerdo mi primer día de esquí, acompañado por mi hermana. A pesar de que ella intentó explicarme con toda su buena voluntad la postura básica y los giros y de que empezamos en la pista baby, no había manera. Al final, contraté una clase con profesor y él supo ir iniciándome. Por la tarde ya me tiré por una pista verde. Al día siguiente fui lanzándome por otras pistas verdes y al siguiente incluso por un par de azules. Las siguientes veces que volví a esquiar, siempre con profesor, fui poco a poco atreviéndome con pistas rojas, luego negras, y así hasta que con los años salgo fuera de pista en las estaciones y he terminado por hacer esquí de travesía.

Una forma poderosa de cambiar tus pensamientos ansiosos es a través de la exposición a las situaciones de temor

En su libro “Cómo superar la timidez y el miedo a hablar en público” Martin M. Antony nos explica que la exposición implica vivir nuevas experiencias que demuestran que muchos de los pensamientos que contribuyen a tu ansiedad son exagerados e irreales. Ahora sonrío al recordar lo mal que lo pasé en mi primera pista verde. Pero gracias a la exposición continua a pistas de dificultad creciente, fui superando mi ansiedad hasta disfrutar enormemente de las bajadas, sin temor a la caída. Enfrentarse a situaciones que temes puede conducir con el tiempo a una reducción de tu temor.

Cómo superar la timidez y el miedo a hablar en público

Crea una jerarquía de exposiciones

Una jerarquía de exposiciones es un listado de situaciones temidas ordenadas por rango desde la más difícil a la más sencilla. Lo habitual será empezar por practicar los aspectos de la parte más baja de la jerarquía una y otra vez, hasta que esos factores ya no provoquen ansiedad. Luego, paso a paso, se practican aspectos más complejos hasta que todas las situaciones de la lista puedan llevarse a cabo sin la menor ansiedad. Es como la exposición gradual a pendientes cada vez mayores y pistas cada vez más estrechas en el esquí.

Ejemplo de jerarquía de miedo a hablar en público
Situación Fobómetro
Dar una conferencia ante un auditorio abarrotado 100
Hablar delante de un reducido auditorio de gente desconocida 90
Formular preguntas en una conferencia 85
Hacer una presentación en la oficina delante de compañeros de trabajo 80
Tomar la palabra en reuniones (de trabajo, de vecinos, de padres) 75
Llegar unos minutos tarde a una clase o curso, de manera que todos mis compañeros me vean entrar y sentarme 65
Hablar del tiempo o de fútbol con desconocidos en un ascensor 65
Contar a mis compañeros de trabajo lo que he hecho el fin de semana cuando llego a la oficina el lunes por la
mañana
60
Contar chistes, historias, anécdotas, películas a los amigos 50
Hablar delante de una cámara de vídeo sin público 45
Preguntar una dirección compleja (en el metro, en la calle, en una gasolinera) 40
Pedir la hora en la calle 30
Dejar caer las llaves en un lugar público y que todo el mundo se dé cuenta de ello 25

Crea tu propia jerarquía de exposiciones, generando entre diez y quince situaciones, con un especial hincapié en que sean de carácter práctico y realizable. Procura asimismo que las situaciones de la lista sean lo más específicas posible. De vez en cuando resulta útil volver a puntuar los artículos de la lista para evaluar el cambio en tu nivel de miedo.

Pautas para la terapia de exposición

Martin M. Antony ofrece una serie de pautas para que la exposición sea efectiva:

  • Las exposiciones deben ser predecibles y estar bajo tu control.
  • Las exposiciones deben ser prolongadas. Haz que duren, repite los experimentos.
  • Las exposiciones deben ser frecuentes. Si no surgen oportunidades, tendrás que crearlas tú mismo.
  • No combatas tu temor. Deja que las reacciones de ansiedad aparezcan y pasen.
  • Elimina las conductas de seguridad.
  • Da un paso detrás de otro, pero siempre avanza. Si una de tus prácticas te resulta difícil, prueba algo más fácil. Decide cuál es el mejor ritmo para ti y la incomodidad que estás dispuesto a sufrir.
  • Practica las exposiciones con otras personas y en entornos distintos.
  • Prepárate para cualquier obstáculo. No te desanimes cuando una práctica no te salga bien. Irás mejorando con el tiempo.
  • No intentes ser perfecto. Si cometes errores, no les des importancia. Es normal. El objetivo no es la perfección, sino el asumir riesgos sociales.
  • Te pondrás nervioso. La práctica ideal es aquella en la que sientes temor, pero sigues adelante. Si no experimentas temor ni te pones nervioso, entonces la práctica es demasiado fácil para ti.
  • Planifica las prácticas con antelación.
  • Combate el pensamiento negativo con estrategias cognitivas.

Siempre que se te presente la oportunidad de hablar en público, no la desaproveches. Sólo así, mediante la exposición gradual, superarás el miedo.

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Pánico en el estrado (IV): ¿piensas negativamente?

marzo 23, 2009

Cómo superar la timidez y el miedo a hablar en públicoSegún Martin M. Antony, autor del libro «Cómo superar la timidez y el miedo a hablar en público«, la terapia cognitiva (TC) asume que

«no son las situaciones en sí las que desencadenan ansiedad, sino que es nuestra interpretación de los hechos lo que la provoca.»

Por consiguiente, si fuéramos capaces de identificar las creencias y suposiciones infundadas que inciden en nuestras emociones negativas y las viéramos como tales, sería posible sustituirlas por formas realistas de pensar.

Identifica tus pensamientos ansiosos

Un primer paso para superar nuestro miedo a hablar en público consiste en ser conscientes de nuestros pensamientos negativos. Nuestro temor hace que interpretemos o percibamos incorrectamente lo que ocurre en nuestro entorno. Cuanto más negativos son nuestros pensamientos, más miedo y ansiedad experimentaremos. Veamos algunas formas de pensamiento distorsionado.

  • Suponer que siempre ocurrirá lo peor: Albergar creencias exageradas sobre la probabilidad de que algo malo ocurra. Ejemplos: pensar que harás el ridículo durante la presentación; estar convencido de que a nadie le interesará tu charla; suponer que el público percibirá tus nervios y te rechazará, etc.
  • Pensamientos catastróficos: Exagerar la importancia de un suceso o de un resultado concreto. Ejemplos: Sería una catástrofe si me sonrojo o si me trabo; sería vergonzoso si me quedo en blanco; perderé mi trabajo si cometo un error durante la presentación; etc.
  • Pensamiento de todo o nada: La tendencia a verlo todo en blanco o negro, sin tener en cuenta la gama de grises. Implica una simplificación excesiva de las situaciones y prejuicios en contra de la propia conducta. Este tipo de pensamiento suele relacionarse con el perfeccionismo. Ejemplos: si el público no hace preguntas es porque mi presentación no ha interesado a nadie; si alguien manifiesta su desacuerdo conmigo, significa que nadie comparte mi opinión; mi presentación debe ser perfecta hasta en sus más mínimos detalles; etc.
  • Lectura mental: Suposiciones sobre lo que los demás piensan de ti, a falta de pruebas y hechos. En realidad, ésta es la esencia de la timidez y de la ansiedad social: la preocupación por ser juzgado negativamente por los demás. Ejemplos: obsesionarse con la idea de que estás aburriendo al público; estar seguro de que nadie te está siguiendo; si hay algún experto reconocido en el tema, convencerse de que está pensando que tu charla es trivial; después de la charla, te persuades de que te consideran un inútil; etc.
  • Personalización: Culparse a uno mismo por los resultados negativos de un entorno social, aunque esas situaciones queden fuera de la propia esfera de influencia. Ejemplos: suponer que el público se aburre porque tu presentación es un desastre, cuando en realidad otros muchos factores inciden en el nivel de atención: la hora del día, el tema, la duración de tu charla y de la sesión, la comodidad del local, la relevancia del contenido para el público, etc.; móviles que suenan, ordenadores que se estropean, indeseables entre el público, retrasos en las charlas, todos estos factores externos pueden influir negativamente en una presentación, y de todo te culpas.
  • Atención y memoria selectiva: La tendencia de una persona a centrarse exclusivamente en la información que él o ella considera coherente con sus propias creencias. Durante una presentación, prestas atención solamente a las señales que supuestamente indican un juicio negativo. Ejemplos: reparar en las personas del público que parecen aburridas e ignorar a las que parecen estar disfrutando; recordar con todo lujo de detalles los errores cometidos, pasando por alto los aciertos y halagos que recibiste tras tu presentación; etc.

Identifica tus creencias ansiosas

¿En qué estás pensando?

Durante tu próxima presentación o situación en la que debas hablar ante otras personas, presta especial atención a todos estos pensamientos negativos, tratando de identificarlos si se producen. En la siguiente entrada veremos cómo cambiarlos una vez que se han vuelto conscientes.

Actualización 11/05/09

Elena Moltó ha realizado una atractiva presentación inspirada en esta entrada y en la siguiente sobre la miniserie de Pánico en el estrado.

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Pánico en el estrado (III): índice de conductas ansiosas

diciembre 9, 2008

En las dos entradas anteriores iniciamos nuestro descenso a las oscuras regiones del país del miedo al discurso. En la primera entrada repasamos someramente las reacciones físicas ante el miedo durante una presentación, tanto las visibles por la audiencia, como sudor, temblor o tartamudeo, así como las que sólo percibe el aterrado orador, como palpitaciones, aceleración del ritmo cardíaco, nudo en el estómago, mareos, sequedad, etc. En la segunda entrada analizamos las reacciones cognitivas en forma de pensamientos, suposiciones y creencias irracionales que surgen al enfrentarnos a una presentación en público. En esta tercera entrada prestaremos atención a las reacciones conductuales, o lo que es lo mismo, a cómo nos protegemos de la situación que nos causa esa ansiedad insoportable.

Conductas de seguridad ante el miedo

La forma más frecuente de conducta ansiosa consiste en evitar a toda costa la situación que nos produce ansiedad o miedo, en definitiva, negarse a salir a hablar en público, ya sea en un congreso o en una presentación de departamento. Claro que no siempre se puede delegar en otra persona ni se puede escurrir el bulto indefinidamente. Antes o después uno deberá enfrentarse a la situación o no le quedará más remedio que renunciar a medrar profesionalmente cuando este progreso exija realizar presentaciones. Uno de los mayores problemas que acarrea esta táctica es que cuanto más se evita una situación desagradable, más difícil resulta luego entrar en ella.

Conductas de seguridad

Ahora bien, existen conductas de seguridad más sutiles que nos ayudan a rebajar la ansiedad antes o durante la presentación:

  • Beber un par de copas o tomar estimulantes antes de la presentación para sentirnos seguros.
  • Aplicarse maquillaje excesivo o llevar bufanda o cuello alto para ocultar el rubor de cuello y rostro.
  • Evitar el contacto visual con la audiencia, mirando continuamente al suelo, al techo, a las notas o a la pantalla de proyección.
  • Realizar la presentación en penumbra para no ser observado por la audiencia.
  • Taparse la boca o cara con la mano mientras se habla.
  • Leer directamente el texto de la presentación, bien desde las transparencias, bien desde unos papeles, en lugar de hablar espontáneamente y con naturalidad.
  • Preparar en exceso la presentación, memorizando el texto para cada transparencia, para evitar cometer errores.
  • Permanecer sentado a una mesa o de pie detrás de un atril, nunca delante del público sin obstáculos interpuestos.
  • Realizar presentaciones selectivas, es decir, aceptar hablar sólo ante auditorios reducidos o de gente conocida; o bien negarse a hablar si se sabe de antemano que asistirán ciertas personas importantes cuya presencia nos intimida.

Si uno recurre habitualmente a estas conductas de seguridad, terminará por convencerse de que el éxito de la presentación se debe exclusivamente al uso de las mismas.

El canto del pájaroEsta situación me trae a la memoria el siguiente cuento de Anthony de Mello, recopilado en su libro «El canto del pájaro».

La medalla

«Había una madre que no conseguía que su hijo dejara de jugar y regresara a casa antes del anochecer. De modo que, para asustarle, le dijo que el camino que llevaba a su casa era frecuentado por unos espíritus que salían tan pronto como se ponía el sol. Desde aquel momento ya no tuvo problemas para hacer que el niño regresara a casa temprano.

Pero, cuando creció, el muchacho tenía tanto miedo a la oscuridad y a los espíritus que no había modo de sacarle de casa por la noche. Entonces su madre le dio una medalla y le convenció de que, mientras la llevara consigo, los espíritus no podrían hacerle ningún mal en absoluto.

Ahora el muchacho ya no tiene miedo alguno a adentrarse en la oscuridad fuertemente asido a su medalla.»

—Anthony de Mello, «El canto del pájaro»

La buena religión nos hace ver que no existen malos espíritus

AmuletoEl ponente que recurre sistemáticamente a una o varias de las conductas de seguridad mencionadas anteriormente, como el niño aferrado a su medalla, no podrá presentar sin apoyarse en estos mecanismos. Sin embargo, es necesario eliminarlos si queremos crecer como conferenciantes. El primer paso consiste en tomar conciencia de estas conductas. ¿Las utilizamos? ¿En qué medida?

En próximas entradas analizaremos cómo dejarlas atrás. Se ofrecerán estrategias tomadas de la terapia cognitiva conductual (TCC) para cambiar la forma de pensar y de actuar en las presentaciones y superar así nuestro miedo a hablar en público sin recurrir a medallas que nos limiten.

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